martes, 19 de octubre de 2010

El vacilador (Sergio Comuna)


Sergio Comuna vacilaba a todos con unos guantes con los dedos de estambre cortados y puestos, y decía que se había quedado pobre y en la calle. Encendía fuego en un tambo oxidado y cantaba canciones de Cuco Sánchez. Sergio Comuna –le grita una mujer que pasa por esa calle- Sergio Comuna: todos sabemos que no eres pobre y que no dejas un solo día de comer carne. Sergio Comuna cantaba más recio, e ignoraba a la paseante. Sergio Comuna, Sergio Comuna: no te hagas pendejo, y regresa de donde llegaste. Él y su tambo con fuego y sus once y trece de la mañana; y su traje ahora sucio y sus canciones rancheras sólo eran una vacilada. Yo sé quien es Sergio Comuna, y también sé quién era la mujer que le gritaba. Era su señora madre.


imagen: elroko777 / 2008

lunes, 18 de octubre de 2010

Del narco (y de los patos que le tiran a las escopetas)

No tenemos cara para sorprendernos de lo que está sucediendo. Es un hecho: los patos le están tirando a las escopetas, y con armamento muy sofisticado.

No señora, no caballero, no. No hay pretexto para fingir demencia y mirar al cielo y preguntar que qué hemos hecho para merecer esta masacre. Nuestros niños y jóvenes envenenados por la cocaína; nuestras mujeres trasladando heroína empaquetada en condones dentro de sus entrañas con rumbo a los países del norte; nuestros varones haciendo filas y méritos para ser reclutados por la mafia para ser matones, a cambio de un salario digno, que dé para vivir –pocos años, pero- bien.

Hace justamente cien años, los indios jodidos y descalzos se levantaron en armas para librar la guerra de quién sabe cuál caudillo que les prometía tierras propias a cambio de arriesgar el pellejo para derrocar a los dueños del poder. Y lo lograron.

No estamos tan distantes de aquellos ayeres, estimados co-mexicanos. Después de cinco, o seis o siete décadas en las que el ideal revolucionario (si es que acaso cabe nombrar que se tuvo un ideal más allá que el del hambre al servicio del poder para derrocar otro poder) se ha desgastado al punto de resultar ilegible incluso en los libros de texto gratuitos, nos volvemos a ver envueltos en riñas de bandos, ladrones y matones que dejaron el arado por sucumbir a las mieles de una vida si bien peligrosa y fuera de la ley, sí más prometedora ya no para ellos sino para sus hijos.

Hoy día, después de medio siglo de ser gobernados por haraganes, oportunistas, ladrones insaciables, corruptos y explotadores; los patos hambrientos salen a las calles con pistola en mano a reclamar a la malagueña un poquito de lo que se supone por derecho también es suyo. Salen a matar a las escopetas.

Hoy día, los políticos ya no saben dónde meter la cabeza a sabiendas de que tarde o temprano esos indios aguerridos y sanguinarios irán por sus cabelleras. Nuevo León encabeza la lista, pero sigue la mata dando en el resto del territorio nacional. Alcaldes electos o candidatos-a están siendo acribillados en sus propias casas, frente a las miradas de sus propias mujeres e hijos. Los peces más gordos de la política nacional no dan crédito de lo sucedido al “Jefe Diego”. Nadie está a salvo, todos los que otrora se peleaban por sentarse en un trono gubernamental hoy se lo deben pensar más de una vez, porque la cosa está que arde.

Hoy las escopetas tienen miedo porque los patos están muy enojados. Pero no tienen por qué poner cara de santos. A lo largo de una historia de hambruna, de pocas y nulas oportunidades, de pésima educación, de alimentarnos el intelecto con la chatarra del canal de las estrellas, de repartirse el campo y la industria a placer y sin llenadera; esto tenía que pasar alguna vez.

No es que intente un servidor reivindicar a la mafia. Yo soy uno más de los que están asustados. Pero no dejo de observar cómo la ley del caos rige con supremacía el universo, y de cómo al final de soportar tanta mierda, un hombre hambriento es capaz de hacer cualquier cosa por llevarse un trozo de pan a la boca.



Bad day