Permiso para olerte,
sugiero.
Para olerte entre comidas,
y también mientras te pones la ropa
apurada por llegar a la jornada en tiempo.
Me gusta el olor concentrado de ti
que se acumula en el reverso de tu cuello,
en las corvas, y las palmas de tus manos,
en la profundidad de tu cabello,
y en la planicie de tu abdomen
dedicado a provocar a mi nariz inquieta.
Permiso para la pasión,
de tus veintipocos
hasta los noventa.
La erección mía no impondrá para nada monopolio
de la iniciativa del amor en nuestra cocina.
Permiso para olerte,
Y ni quién necesite canal alguno de pornografía.