jueves, 24 de noviembre de 2011

Sobredosis de reflexión




Hemos matado los procesos intuitivos a partir de la socrática idea de reflexionarlo todo. ¿Qué sería del león si después de devorarse un ciervo se detuviera a reflexionar sobre el hecho?

La idea de que somos la especie superior gracias a nuestra capacidad de reflexión y análisis ya no me la trago. (Ejemplo:) La cualidad de producir para mejorar nuestro modus vivendi y nuestro statu ha llevado al colapso a la especie misma y a todas las demás con las que compartimos el planeta. Y la cosa va pa largo, porque nos negamos a entender aunque todo el pinche día lo malgastemos en reflexionar.

La reflexión malentendida es un acto de racionalización, y la racionalización es un acto de evasión de la realidad. Si mi cabeza insiste en reflexionar sobre el hecho del por qué le destrocé la nariz a golpes al pendejo que chocó contra mi coche, es porque seguramente está buscando una respuesta racionalizada que evada mi responsabilidad sobre el suceso para convertirlo en un heroico acto de justicia (“vaya, alguien debía darle una lección a ese imbécil”.) Lo más impactante es que seguramente dejaré de dormir varias noches (porque mi más interno yo intuye que me manché con aquel mexicano), tiempo que invertiré en racionalizar más y más sobre esto, hasta venderme (mediocremente) la idea de que el tipo se lo merecía.

Y así vamos acumulando experiencias, y así las vamos sobre-reflexionando. Y nuestra actitud ante la vida está dictada por una sobredosis de reflexión aplicada en cada cosa que nos sucede, y entonces sólo vivimos a partir de lo que sucede afuera de nosotros, y sólo reaccionamos a partir de lo que se presenta en el exterior. Y entonces vienen las gripas, y las úlceras y las colitis, y la calvicie y la disfunción eréctil, y hacemos de la medicina correctiva una efectiva manera de seguir evadiendo los procesos más primitivos de los que fuimos dotados (sigo hablando de la intuición.)

El sistemático método de la reflexión omnipresente inhibe hasta la muerte el inherente software de la intuición. Los niños (mejores por más limpios portadores de la programación natural y genética) hacen y actúan por convicción no pre-analizada, porque confían en su intuición. Es cuando los mayores aparecen con sus sermones morales y aleccionadores cuando éstos –los niños- comienzan a reflexionar sobre todo lo que les sucede alrededor, y pasan así a perderse en el miedo de ser mal-juzgados (y bueno, pues se convierten en adultos.)

El hombre no necesita reflexionar demasiado. La reflexión aletarga a los reflejos, y los reflejos no sólo son actos físicos, sino también conductuales. Es por ello que unos niños jugando lograrán más rápidamente ponerse de acuerdo en sus relaciones interpersonales aplicables a ese instante, que un puñado de adultos en siquiera consensuar el orden del saludo, porque ya lo fueron reflexionando desde antes de llegar a una reunión.

Ya se habría suicidado el león, de tener la capacidad de reflexionar sobre sus actos. O ya habría politizado el evento, o habría impuesto una moneda de cambio o fundado una religión anti-sangrienta. Y como ahora me descubro reflexionando demasiado sobre este asunto, me voy a seguir trabajando en lo mío porque sé de antemano que, como asegura George Steiner, el pensamiento humano no hace más que dar lástima. Entre muchas (probablemente diez) razones, porque lo que reflexione un hombre hoy, mañana será cosa del olvido.