jueves, 22 de septiembre de 2011

Silvio Rodríguez / el futuro te está volteando a ver


La poligamia creativa que ejerce y evoca (o quiero decir provoca) Silvio es innegablemente palpable. En cada canción suya hay una mujer peinándose frente al espejo. Lo interesante de su literatura es que esa mujer -la del espejo- puede apellidarse patria, o tierra, o vida o muerte. O infancia o vejez, o amigo o enemigo. La metáfora de Silvio es líquida, y por ello se adapta a todos los envases. Los de hoy y los de 1976. Pero la constante -el líquido que se transporta de canción a canción, de disco a disco y de año a año- es siempre la misma: una mujer. En eso, buen amigo, la razón cena contigo esta noche.

Me revienta las pelotas que se le encasquete a Silvio como interprete y autor de música de protesta. El reduccionismo de aquellos que sólo le han escuchado cantar Ojalá empalidece toda una gama infinita de colores para imprimir en un binario juicio alguna de las siguientes ecuaciones: protesta / política; protesta-política / izquierda; izquierda / comunistas; comunistas / reaccionarios; reaccionarios / auto-marginados; auto-marginados / ¡peligro!

A mi parecer, Silvio es lo más lejano a lo dogmático. No sólo vio pasar la revolución, sino que participó en ella defendiéndola a punta de fusil, y le cantó desde la trinchera del más humano de los socialismos en aquellos entonces acunados. Pero igualmente lo vio caer. Y se reinventó sin verse en la necesidad de negarse o traicionarse a sí mismo.

Digamos que aprendió a empuñar la pluma, depurándose en las artes de acariciarle gentilmente, al paso de los lustros en los que se empeñó -a fuerza de viajar, como tú- en entender un poco más que los demás sobre los asuntos de la excéntrica especie humana.

Por otro lado, me resulta fascinante cuando un creativo sabe hacer su oficio a partir de fundirlo con el de otro. Por ponerte un ejemplo, cuando un arquitecto sabe hacer cine con sus edificios (un recorrido es un guión, la ejecución de los escenarios la cinta), o viceversa, cuando un cineasta sabe hacer arquitectura (no me refiero al decorado. Me refiero a contar una historia con la luz y la sombra, la textura y -nuevamente- el guión y la emoción.)

Pues así mísmo hace Silvio con la literatura y la música. No es que ni cerca me las dé de conocer mucho de música, pero sí que he explorado el apasionante mundo de los hacedores de canciones (o bien, cantautores) contemporáneos en castellano. Y es por esto que me atrevo a opinar que sólo uno pudiese asemejarse en eso, en oficio, al cubano. Y ese del que ahora hablo, afortunado amigo catalán, ese es tu paisano, y se llama Joan.

Porque una cosa es hacer una canción que diga algo, y otra mucho más comprometida es hacer una melodía que contenga una pieza literaria. Se pudiera pensar a primer vistazo que tal género será obviamente la poesía, pero a partir de despiezar las canciones de Silvio, me atrevo a especular con duda sobre la unicidad de esta corta verdad.

La metáfora de Silvio puede alcanzar la pluridimensionalidad de más de uno de los cuentos del mejor cuentista de los tiempos modernos en nuestra lengua, hablo de Julio Cortazar.

Anyway. Que, como puedes darte cuenta, soy un apasionado del trabajo de este señor Rodríguez. Y por ello me permito recomendarte (si es que cabe que un pato haga recomendaciones a una escopeta) que no te quedes con el Silvio de los setentas ni ochentas. Que consigas el tríptico 'Silvio-Rodríguez-Domínguez' de los noventa, y atiendas a la magia de un libre-pensador que ha dominado la fórmula del 'volver a empezar sin recordar la fórmula de ayer'.