viernes, 3 de septiembre de 2010

Me dices mi amor, y...

Me dijiste 'mi amor' el primer día de vernos, el de conocernos de cara a cara. No escatimaste palabras. "... a la derecha, mi amor. Es más fácil dar con mi casa si das vuelta a la derecha".

Después, sólo aclaraste que no debiera emocionarme demasiado. Que a toda persona de confianza le dices mi amor, y que tampoco debiera tomármelo tan ligeramente; que no soy un cualquiera y que a las pocas horas de conversar con un café del día y bajo el puente en construcción ya merezco el honor de ser llamado así: mi amor.

A eso y días después le siguieron los mensajes de celular. Ahí también me decías mi amor y ahora que yo te digo cosas más lindas me dices más aún mi amor.

Apenas y hemos salido un par de veces y ya me dices más mi amor que mi nombre.

Me gusta que me digas mi amor. Te veo mañana, mi amor.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Pasión vs Obsesión

No lo sé a ciencia cierta, y -aclaro- sin ser un conocedor ni cerca de la condición humana, pero me atrevo a decir que la obsesión es el sustituto natural de la pasión.

Pongo el siguiente ejemplo:

Aquel que de chaval era un apasionado del deporte, a la hora de llegar a la edad adulta y habiendo renunciado a lo que le hacía sentir vivo para dedicarse a sobrevivir vía reloj checador por consejo de su padre, seguramente que lo hará acompañado de una y mil obsesiones.

Cuando la pasión por algo (profesión, arte, disciplina, ciencia) muere asesinada; la obsesión se hará presente.

La obsesión por la limpieza, por la imagen, por el orden, por la disciplina, por la salud, por la perfección, por los objetos materiales, por la puntualidad, por el qué dirán y la apariencia, por la figura, por la moda, por la tecnología, por el 'having'; por todo. Por todo.

La obsesión es el amargo premio de consolación del que renuncia a sí mísmo por hacerle caso a algo o a alguien más.

Chale, qué intenso me puse.