viernes, 6 de agosto de 2010

Chancló Van Dám (JCVD)

JCVD es el título de una peli del cineasta francés de orígen argelino Mabrouk El Mechri, que, como las siglas lo dicen, trata de una historia-ficción contada en primera persona por el monstruo belga de las artes marciales y las cintas de bajo presupuesto Jean Claude Van Damme.

La encontré -después de poner a trabajar minutos extra a los empleados del Blocbóster- en el apartado de COMEDIA, sabiendo hasta después de verla que tal etiqueta es una broma per se.

En ella, el mamado protagonista de Contacto Sangriento (cinta que marcó mi niñez para siempre junto con Operación Dragón de Bruce Lee) se caracteriza a sí mísmo en su natal Bruselas ya con cincuenta años a cuestas, una carrera de movie star en franco declive y la lucha en tribunales gringos por la custodia de su niña de ocho años, que declara con franqueza ante el juez que prefiere vivir con su mamá porque en la escuela se burlan de ella por se hija de un karateca de la pantalla.

Con este background, la vida de Chancló da un enorme giro por estar en mal momento en el lugar equivocado; siendo rehén de unos secuestradores principiantes que toman por asalto una oficina postal. El pedo es que estos delincuentes improvisados ponen al teléfono a Van Damme para que negocie los rescates de los ocho o nueve desafortunados ciudadanos que también se encuentran ahí retenidos. Por tal situación, la policía y toda la población belga cree que el autor de la extorsión es el mísmo ídolo de sus multitudes

(imagine ahora usted que en los años sesenta, el Santo enmascarado de plata está siendo protagonista y autor de un asalto a un Elektra... uf, ¡qué decepción!)

Mientras la prensa, las multitudes excitadas y las autoridades de la ciudad aguardan con morbo poder resolver el atraco afuera del local, Chancló intenta dialogar con los nerviosos plagiarios y velar por la vida de los otros rehenes.

Es en esos momentos de trance donde Van Damme le regala al espectador diálogos y monólogos que le pueden llevar de la desmesurada carcajada...

(como cuando uno de los malhechores le pide con amabilidad pero empuñando un revolver que practique tumbarle un cigarro de la boca de una patada ninja a otra de las víctimas, y ahí verá usted al cabizbajo actor cumpliendo los caprichos del idiota aquel; o como cuando explica que su último proyecto cinematográfico en puerta se lo acaban de dar a Steven Seagal porque prometió cortarse la coleta para la filmación)

...a la más conmovedora muestra de humana melancolía

(como cuando se descubre solo, hablándole a la cámara y narrando con lágrimas sus triunfos como hombre de mundo, su fatídico romance con la cocaína, sus ideas sobre mujeres, y su incapacidad para entender por qué llegó a hacer tanto dinero con tan poco talento, mientras muchos otros hombres sobradamente inteligentes mueren de hambre)

Durante el desarrollo de la historia, uno no deja de esperar con ansiedad el momento en el que Chancló (sí, Jean Claude Van Damme, el mítico héroe de pantalla siempre solitario y forajido de los ochentas y noventas) reaccione y les dé una dolorosa lección a esos imbéciles terroristas amateur.

La película es maravillosa. Cómica en instantes y en extremo desgarradora en otros. El clímax es intenso (mucho más de lo que algún día soñó Chancló en protagonizar) y el cine en general es delicioso: una música discreta pero muy bien ajustada a cada pequeño evento de la cinta; una fotografía poética y un guión que sugiere auténtica literatura contemporánea.

Y del final, qué le digo. La última escena es una pieza (por cierto, totalmente inesperada) en la cual Van Damme muestra al actor, y créame, no le pide nada al Taxi Driver de De Niro. Y es en ella -hablo de la escena- en la que el observador alcanza por fin a entender el por qué de tanta pirueta del destino. Todo eso sin palabras.

Neta: sí que se la recomiendo a usted.

(por mi parte, gracias Mire por el pitazo. Mira que ha valido la pena)

miércoles, 4 de agosto de 2010

Le puede suceder a usted

Le puede suceder a usted, que se le caigan los dientes en un sueño y que llore por ellos -por su pérdida- escuchando una rola de Cold Play.

Eso soñé hace tres noches, y lo más improbable de todo es que mi madre me llamaba a comer mientras tanto. Yo habré tenido nueve o diez en mi visión.

Cuando reparé mientras me dirigía a la mesa de mamá, me descubrí caminando por Paseo de La Reforma en pelotas, pero eso sí, con iPod instalado y ahora con Los Acosta a todo volumen.

Neta
(y eso que ya dejé la mota.)

lunes, 2 de agosto de 2010

Karate Kid

No me lo va usted a creer, pero el indósil destino me sentó en una butaca de cine ayer domingo en la nochecita, flanqueado a mi derecha por mi date: la chica que me hacía suspirar a los catorce y que hasta ahora (media vida despues) me dijo que sí salía conmigo; y al otro lado -a mi izquierda- por la amadísima novia de la prepa More a mis dieciséis, que reapareció en escena con marido y niñas y se le hizo buena idea aposentarse a mi lado para disfrutar de una peli doblada...

Karate Kid.