miércoles, 28 de julio de 2010

quimera con "los Doctores"

Previum

Antes de comentar, aclaro que de acá en adela cuando hable de "los Doctores", será refiriéndome a los compas más leídos y escribídos de la Universidad Autónoma, en la que colaboro como "diseñador-enseñador" de arquitectura. Son pues, amigos-camaradas-compañeros de trabajo con los que me puedo amable y cálidamente enfrascar en la discusión de una simple y llana coma indagante en un texto caulesquier.

"los Doctores" son eso: algunos doctores con doctorado y otros doctores aspirantes a; con un nivel educativo e intelectual chido, vaya, so very heavy. Aunque bueno, ya en confianza y conversando, bien podemos dedicarle alguna copla al vil albur (pero hasta hoy no se han dejado sonsacar para unos agaves en la cantina. Ya les convenceré)

Cuerpum

Se debatía sobre la propiedad del uso verbeado del término arquitectónico "acceso". O sea, si lo correcto era decir "acceder" o "accesar".

Y muy propio dijo uno de ellos:

"bien, dejémsolo así: las chicas acceden, y nosotros accesamos"

Conclusiónum

¡A huevo, carnal!

lunes, 26 de julio de 2010

Normal (cámara de incomodidad)

Nadie dijo nada al respecto, todos fingieron que era normal lo que estaba ocurriendo. Un ascensor es una cámara de incomodidad (que además sirve para transportarse.)

El tipo subió en el sótano número tres, y se distinguió de los dos pasajeros que ya venían ascendiendo desde el cuatro por su inmensa gordura. Me refiero a su enorme talla, a prominente barriga, a su espléndida acumulación de tejido adiposo.

En planta baja se les sumaron tres señoritas de muy buen ver (no sé, Luis dice que las bonitas siempre andan entre bonitas), y un anciano pulcramente trajeado. Le pidieron amablemente al gordo que les oprimiera los botones de los pisos doce y diecinueve respectivamente.

Los primeros diez niveles de ascenso fueron interminablemente incómodos (como siempre ocurre.) Todos, los siete pasajeros, sólo veían la pantallita de arriba de las puertas cerradas que indica el número del piso en que se está transitando. Uno –creo que el viejo- silbaba para disimular su ansiedad.

Para el nivel once, el obeso rompió el silencio reventándose un memorial pedo. El sonido fue seco y grave, y duró cosa de cuatro segundos.

(Por favor, haga usted el ejercicio. Cuente mentalmente hasta cuatro segundos, y ahora imagine esto adentro de un ascensor con siete personas. Un pedo magno)

Acto seguido, todos se fueron saliendo en sus correspondientes elecciones, según turnaba la campanilla que anunciaba los destinos de llegada.

Nadie dijo nada al respecto, todos fingieron que era normal lo que estaba ocurriendo. Un ascensor es una cámara de incomodidad (que además sirve para transportarse.)

El gordo fue el último en abandonar la cabina. En cuanto se quedó solo no paro de reír hasta llorar. Al abrirse las puertas en su piso, le vio salir con lágrimas en los ojos una señora elegante. Le preguntó ¿está usted bien?. El gordo la ignoró. Se dirigió al retrete a imaginar las muecas de la preocupada mujer al cerrar las puertas y fumarse el fétido aroma que aún retozaba en esa recámara móvil.

Luis –el gordo- me lo ha platicado todo esta mañana.