lunes, 27 de diciembre de 2010

Oda a la familia disfuncional




En el mundo actual, evolucionado por mucho con respecto al estático pensamiento del hombre homogéneamente moderno de los dos últimos siglos que promovía “las buenas costumbres” como la única manera de convertirse en una “mejor persona” que a su vez pudiera ser activo participe de una “mejor sociedad”, nace entre nebulosos panoramas morales y éticos la alternativa figura de la “familia disfuncional”.

La “familia disfuncional” es un termino sugerido por los estudiosos de la psicología y la sociología, que propone que un individuo que nace en uno de estos núcleos se encuentra en mayores dificultades de desarrollo personal que uno que lo hizo en el seno de una “familia funcional”.

Un hijo con ausencia de padre, un hijo con ausencia de madre, un hijo con ambas ausencias, un hijo con padres separados, un hijo con dos madres y un padre, un hijo con dos padres y una madre, un hijo con dos padres homosexuales, un hijo con dos madres lesbianas, y un sinnúmero de variaciones dadas por estas ecuaciones son lo que tales teóricos del comportamiento humano denominan como la “familia disfuncional”.

Pero ¿en dònde radica el problema?: bueno, según las investigaciones al respecto, todo parece señalar que los negativos efectos secundarios que cualquiera de los ejemplos anteriores puede provocar en una persona, son directamente ligados con la difusa comprensión del “rol” que cada actor debe desempeñar en su núcleo familiar para poder interactuar sanamente con el resto de la sociedad.

En la “familia funcional” –entiéndase como familia funcional en este caso a aquella donde el diagrama es claro: Padre/esposo, madre/esposa, hijo/hermano, hija/hermana-, queda claro en todo momento el rol que cada uno de los miembros juega en el núcleo, y las obligaciones y derechos que dichos roles les asignan. Por ejemplo: el padre/esposo debe proveer, la madre/esposa debe administrar los recursos, y los hijos/hermanos deben aprender por imitación de sus progenitores cómo se desempeñan estas labores para, en un futuro, repetirlas con éxito; y así, ir cocinando a fuego lento la gran cadena evolutiva del hombre civilizado.

Y la verdad es que suena simple. Simple de entender y fácil de ejecutar. El gran problema de este esquema familiar es que resulta en extremo rígido; y, como está comprobado por las leyes naturales de la física, “todo material es más eficiente al mostrarse flexible ante cualquier situación de crisis estructural”. Entre más rígida es una estructura –pongamos de ejemplo la de una construcción-, resulta mas vulnerable al colapso y a la ruptura en presencia de un sismo.

Los seres humanos aprendemos por imitación. No estoy de ninguna manera minimizando las bondades del libre albedrío y del criterio propio; pero seamos sinceros, estas armas de autodefensa entran en función demasiado tarde en el desarrollo psicológico de un individuo. Un fumador se da cuenta en algún momento de su vida de lo dañino que le resulta ejercer su derecho a fumar, pero ya es demasiado tarde cuando se percata de tal afirmación; la imitación se fue convirtiendo casi por efectos de osmosis en una convicción inquebrantable, al punto de generar infalibles justificaciones que le puedan sacar ileso de los cuestionamientos de sus semejantes acerca del por qué ha decidido matarse lentamente debido a los efectos del tabaco.

De la misma manera se aprende dentro del núcleo familiar. Un niño repetirá a ojos cerrados las ideas y las actitudes que ahí observe, sin pasarlas por cuestionamiento alguno. Esto no es nuevo para nadie. Pero la variable mayor se presenta cuando el chaval empieza a tener contacto con el mundo exterior, porque de esta manera se va dando cuenta de que hay infinidad de conductas en sus similares –los otros niños en la escuela, por ejemplo-, que en casa son inconcebibles y hasta indeseables.

Entonces comienzan los cuestionamientos. Y los cuestionamientos van dirigidos directamente a los padres. Y los padres, respondiendo al patrón de rigidez en que fueron educados, no tienen màs arma en estos casos que recomendar -perdón- prohibir a sus pupilos que acepten otros modos de vida o de pensamiento distintos a los practicados en casa. Y así sucesivamente. Los niños aprenden desde muy temprano a ejecutar conductas discriminatorias para con los semejantes que no tuvieron la fortuna de nacer en una familia funcional. Lo negativo de esto es que, nuevamente, se genera una cadena de razonamientos inflexibles que, como en el caso del fumador, se gestaron por simple imitación, y terminaron en elaboradas tesis que apoyan las posturas racistas, las luchas de clase, el machismo, el elitismo, el sectarismo, los milenarios odios por diferencias de creencia, y un infinito etcétera.

No con estas aseveraciones pretendo decir que la “familia disfuncional” sea mejor. Tan sòlo me permito sugerir en mis opiniones que es diferente. Alternativamente diferente. Ningún ser humano puede escoger a su familia, y a mi parecer ese es uno de los más sabrosos accidentes que la vida nos tiene reservado al llegar a cohabitar este planeta por un corto segmento de tiempo.

No debemos confundir el concepto de “valores familiares” con un desgastado manual de las buenas costumbres. No me parece prudente ir por la vida fomentando una “moral” que tenga la facultad de duplicarse o triplicarse en discurso, según nos convenga. No me parece congruente colgar una cruz sobre mi cabecera, mientras voy por la vida arrojando piedras de desprecio a todas las magdalenas que se crucen por mi camino.

La familia es la familia.

En cualquiera de sus modalidades, la familia es la familia.