Organicé un espacio en mi casa para el olvido / y le pedí solemnemente y por carta que me acompañara / cociné en jueves ilusiones que ya habían emigrado el martes, y unos dulces de hielo que al calentarse en el horno despedían su mejor olor / pero la mala costumbre de mi amigo se volvía a lo suyo, y olvidó nuestra cita otrora acordada / Yo, que no me olvido de sus descortesías tan fácil / me recuerdo a cada mañana que el olvido se olvida de mí.
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